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Ampliando la perspectiva


En esta página encontrarás fragmentos del libro de Wanda Pratnicka "La rueda de la vida, volúmen 2": 

 

Cuando te observas a ti mismo desde la perspectiva de tu cuerpo físico como la única realidad que conoces, es como si estuvieras viendo el mundo que te rodea desde la ventana de un apartamento en la planta más baja del edificio en el que vives. La imagen de la realidad es siempre un reflejo de cómo la percibe el ego, y está completamente relacionada con las convicciones y las creencias personales. Nuestro concepto de la vida está limitado por cómo el ego percibe e interpreta el mundo.

La conciencia que se encuentra en la planta más baja mirando por la ventana tiene una vista diferente a la que se abre ante los pisos superiores. Considera que solo lo que ve es lo correcto y no cree que pueda haber algo más que la realidad que mira todos los días. También niega que las personas que viven en pisos superiores puedan ver más. Tú, querido lector, estás en una mejor posición. Esto lo confirma el hecho de que estás leyendo este libro.

Hay gente, mucha gente, que ha «tapiado» completamente sus ventanas, creyendo que no necesitan conocimientos, o han puesto una televisión en el lugar de la ventana, convencidos erróneamente, de que esta les proporcionará conocimiento. Pero el conocimiento, como ya he dicho, no lo es todo. Tiene que transformarse en sabiduría, y esto solo se puede lograr a través de la experiencia, tu propia experiencia, no la de otras personas. Además, el conocimiento teórico, por avanzado que sea, nunca es suficiente. Por tanto, debemos poner en práctica todo conocimiento adquirido y aprender de los errores que de ahí se desprenden, a veces en el curso de numerosas experiencias. Sin él, podemos en efecto tener conocimiento, pero nos seguiría faltando sabiduría. Y esta se gana lentamente. A veces, el conocimiento racional que se adquiere con facilidad debe transferirse a la esfera emocional, para que pueda llegar al subconsciente. Solo entonces se fija de forma permanente. Logramos así la sabiduría con S mayúscula. Aunque no lo parezca, actualmente hay una gran falta de sabiduría en el plano físico, a pesar de que como humanidad tenemos mucho conocimiento.

Algunos dirán que tienen libre albedrío y tienen derecho a no querer ver ni oír. Tienen tanta confianza en la realidad de su mundo que no aceptan la posibilidad de nada más grande que su propio «yo» en el cuerpo físico. Por eso, a menudo no entiendes a otras personas, a veces ni siquiera te entiendes a ti mismo, porque solo miras desde la perspectiva que te ofrecen tus ojos, de la que eres consciente. Te sientes mejor entre personas que viven en tu misma planta (que están en el mismo nivel de conciencia), y solo tratas con ellos.

Sin embargo, no te castigues, ya que siempre puedes subir más alto y descubrir la vista que tienen quienes viven en la planta superior. Solo tienes que quererlo. Quién sabe, tal vez te quedes boquiabierto de la impresión tan grande que te llevas. Te preguntarás cómo no habías querido verlo todo hasta ese momento. Y en cada una de las plantas siguientes, vemos más y más. Sin embargo, aun viviendo en una planta más arriba, tu vista puede verse distorsionada. Todo depende de lo limpias que estén tus ventanas. Si las ventanas están limpias, la vista es clara. A menudo, sin embargo, las ventanas se oscurecen debido a conceptos erróneos. Al pasar al siguiente nivel, solemos trasladar creencias de la planta anterior y reproducir errores de percepción. Debemos estar dispuestos a verificar todas las creencias y purificarlas. Cada vez que subimos una planta se amplía el campo de nuestras percepciones. Nos damos cuenta de la perspectiva cada vez más extensa: lo que antes veíamos se nos presenta con una nueva proyección. El objetivo principal es la claridad de percepción a través de ventanas limpias, no oscurecidas por creencias condicionadas culturalmente, por la familia, etc.

En el pasado, la mayoría de la gente pensaba que la Tierra es plana. Sabios o sacerdotes «omniscientes» afirmaban esta creencia. Lo hacían para que el pueblo ignorante permaneciera en obediencia. Profundizaremos en este tema en el capítulo «La caída de la civilización». La gente tenía miedo de alejarse demasiado de sus pueblos y ciudades porque creían que podían caer al abismo, al infierno. Lo mismo pasaba con los barcos. Se creía que si los barcos viajaban demasiado lejos, llegarían al borde del mundo y caerían al abismo, o serían devorados por dragones. Este tipo de creencia ilusoria limitó tanto a las personas que ni siquiera pensaron en buscar conocimiento y comprensión. Y todo ello fue creado por una idea, exagerada hasta niveles desorbitantes: la imagen del diablo. Esto generó ignorancia y superstición, que llenaron de miedo a la gente y la paralizaron. De ahí el truco de los sacerdotes sobre un Dios enojado y castigador, y la gente sencilla, presa del temor, lo creyó. En el pasado, estas actitudes y creencias influidas por el miedo inmovilizaban a la gente. Hoy no es diferente, solo que el objeto del miedo ha cambiado. Aún así, incluso hoy, para muchas personas, la idea del diablo sigue viva e influye en sus actitudes.

Hace unos años, me invitaron a una televisión de orientación católica para participar en un debate en vivo con otras personas. En un momento dado, alguien mencionó la palabra diablo, como si fuera la causa principal de todos los males presentes. Dije que lo más fácil es atribuir toda la responsabilidad al diablo, como se hizo en el pasado con el chivo expiatorio. Agregué que el diablo no existe, solo vive en la conciencia de las personas. Varios de los presentes se opusieron a esta idea enérgicamente. Para confirmar mi planteamiento, cité las palabras de nuestro papa Juan Pablo II, quien en 1999, durante una visita a Estados Unidos, dijo claramente que el infierno y el diablo son solo metáforas que expresan un estado de existencia sin Dios. Entonces, los participantes del programa se me echaron encima, enojados, citando la Biblia y las Escrituras.

Como puedes ver, querido lector, incluso en los tiempos «ilustrados» actuales, las personas que desean mantener el statu quo a toda costa se apegarán a las viejas creencias, incluso si el Papa mismo lo niega. Los cimientos sobre los que construyen sus vidas no son sólidos, y darse cuenta de ello los llena de miedo. Mucha gente tiene la idea errónea de que son mejores, excepcionales. De ahí la ilusión de que, como recompensa, irán al Cielo, hacia Dios. Si no hay infierno y todos tienen las mismas oportunidades, ¿en qué consistiría su excepcionalidad? Tales personas tienen que lidiar con su ego espiritual enardecido, que desprecia a su prójimo. Es mucho más difícil de someter que nuestro pequeño ego centrado en sí mismo, con el que lidiamos todos los días, y que se expresa principalmente a través del egoísmo y la indiferencia hacia los demás.

Como ya he afirmado, la educación es solo conocimiento: se adquiere, se aprende. Este conocimiento solo adquiere valor cuando se convierte en sabiduría. Sin ella, el conocimiento conduce a las personas al absurdo. El conocimiento también es muy necesario, pero en sí mismo no es suficiente. Al confiar solo en él, únicamente podemos desarrollarnos hasta cierto nivel, después de lo cual nuestra cabeza choca contra el techo y no podemos ir más allá. De ahí que se digan tantos disparates en los medios de comunicación y no haya nadie que los corrija. Y si hay tales personas, generalmente se las pone en evidencia en público (como me pasó a mí cuando cuestioné el infierno). Esto dificulta la transmisión de la verdad. Quienes dirigen los medios de comunicación, todavía no han madurado de verdad, y creen erróneamente en las creencias del viejo orden de cosas. Son como los sacerdotes de antaño, que querían gobernar a un pueblo no iluminado.

Cuánto valor tuvieron que mostrar visionarios y aventureros como Colón, Magallanes y otros exploradores, quienes, entre personas atemorizadas por el diablo y la superstición, se atrevieron a cambiar las creencias básicas de su tiempo (por ejemplo, que la tierra no es plana). Con su fe inquebrantable, han cambiado las creencias de toda la humanidad. Por supuesto, también aprendieron de sus errores, pero fue gracias a ellos que ampliaron sus propios horizontes, y también los de otras personas. Después de todo, ellos y otros cruzaron los límites del mundo de la ilusión, los límites de sus propias creencias. Demostraron que la verdad era otra, y que el concepto de que el sol aparentemente orbita la tierra es una ilusión. Personas tan excepcionales hubo muchas, podríamos enumerarlas hasta el infinito. Había una Conciencia Superior trabajando en cada uno de ellos. Es ella quien lleva a la humanidad a comprender que ninguna creencia y ninguna actitud es imperturbable. Para que una persona se desarrolle y viva en prosperidad, debe modificar sus puntos de vista y sus creencias. Cuando llegue el momento de cambios importantes (como lo es el momento actual), la cosmovisión existente debe cambiar. No existe otra manera.