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¿Qué puede enseñarnos la posesión? Parte 1


8 de Mayo 2021

En el Universo, todo sirve para aprender. Cada uno de nosotros está aprendiendo constantemente a acercarse más y más al lugar de nuestro corazón que nos dio la vida, nuestra herencia divina.

Estas lecciones pueden ser a veces dolorosas. El sufrimiento es una señal que nos muestra nuestras debilidades, nuestras imperfecciones. Por lo tanto, vale la pena mirarlo bien y no huir de él. Notar el propio sufrimiento ayuda a comprender sus causas, y éste es el primer paso en el camino para eliminarlo para siempre. El sufrimiento no es el destino del hombre, es una fase pasajera en el camino hacia la felicidad.

El fenómeno de la posesión, que se asocia a varios tipos de sufrimiento, también entra en este principio. El primer sufrimiento de toda persona embrutecida es la reducción de su nivel de energía, ya que sólo dispone de una parte del suministro diario de energía, pero la lista es mucho más larga. Puedes leer todos los síntomas de una posesión aquí.

Podemos aprender mucho de la presencia de otra alma en nuestro campo energético. La primera lección es adquirir la capacidad de encontrar consuelo y alegría al estar con nosotros mismos. Porque todos podemos estar muy cómodos con nosotros mismos, con el aspecto más elevado de nosotros, nuestro Ser Superior. Este aspecto superior está siempre alegre, satisfecho y desea el bien para nosotros y para todos los que nos rodean. Nuestro Ser Superior es muy poderoso, muy compasivo y amoroso y extremadamente sabio. Así que a todo el mundo le gustaría estar siempre cerca de su propio Ser Superior. Sin embargo, para alcanzar este alto nivel, debemos aprender a gestionar nuestras relaciones con sabiduría, a nivel humano.

A veces nos olvidamos de nosotros mismos y deseamos intensamente continuar con las relaciones que tuvimos con los seres queridos durante nuestra vida. Supongamos que nuestra mujer, marido, madre, padre, hijo o uno de nuestros hermanos muere. Estamos fuertemente conectados a ellos con las emociones, que, sin embargo, después de su salida del mundo físico, deben llegar a su fin, porque estas personas ya no están en la fisicidad. Si insistimos interiormente en su presencia continua, el alma de la otra persona, ciertamente querida, permanecerá con nosotros, pero el destino de esta alma es ir más arriba, detrás del velo de la muerte. Cuando se quede con nosotros dependerá de nuestra energía, y esto con el tiempo desembocará en una posesión.

Al estar conectados con otra alma sentiremos una gran incomodidad, porque esta otra alma tiene un plan de vida muy diferente al nuestro. Tiene deseos y aspiraciones diferentes y un mundo emocional totalmente distinto. Sin embargo, sus emociones se convertirán en nuestras emociones, sus deseos y aspiraciones en los nuestros. Esto se debe a que ya no somos un alma separada, siguiendo nuestra propia energía, hay otra alma con nosotros, o más bien dentro de nosotros, con su propia energía, nos hemos convertido en un ser que contiene dos almas.

Entonces nos será muy difícil reconocer, de hecho ya no será posible, qué emociones/pensamientos son los míos y cuáles son los de la otra alma. Sentiremos una división constante. Una parte querrá una cosa y la otra alma quizás algo radicalmente diferente. Esto representa un gran sufrimiento, pero también un gran potencial de aprendizaje.

Porque empezamos a ver que la alegría y la felicidad sólo pueden lograrse estando completamente solos, conectados sólo con nuestro Ser Superior. Esta es una lección difícil de aprender porque muchos de nosotros hemos aprendido a estar constantemente conectados con alguna persona a nivel emocional. Esto sucede cuando la base de la relación es algún tipo de emoción compartida, una forma compartida de ver la vida. No hay nada malo en ello, podemos seguir conectados con alguien a nivel emocional, pero siempre debemos ser conscientes de que lo estamos haciendo, no puede ser un proceso automático. Esto se debe a que puede suceder que cuando la persona cercana a nosotros muere, nosotros, por este automatismo, no la dejamos ir detrás del velo de la muerte, donde pertenece. Sólo allí experimentará la paz y la felicidad, sin permanecer con sus seres queridos que aún tienen un cuerpo físico.

Los problemas derivados de lo anterior no nos afectarán si hemos amado a nuestro ser querido de verdad, de corazón. Ese amor siempre se preocupa primero por el bienestar del otro ser, nunca por el nuestro. No pensamos en lo que perdemos, sino en lo que hay que hacer para que nuestro ser querido esté bien. Ese amor da libertad, aunque la consecuencia sea la partida de nuestro ser querido. Este tipo de amor se queda con nosotros para siempre, y con él nuestro amado, porque en cuanto nuestro corazón piensa en él, su amor está inmediatamente con nosotros, lo sentimos con todo nuestro corazón y eso es suficiente para sentirlo con nosotros al instante.

En definitiva, podemos decir que al liberarnos de la posesión aprendemos a ser independientes, a responsabilizarnos de nuestras propias elecciones y de nuestra propia vida.

 

 

 

 

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