En esta página encontrarás fragmentos del libro de Wanda Pratnicka "La rueda de la vida, volúmen 1":
Este libro consta de muchos hilos mutuamente entrelazados entre sí y que se superponen unos a otros. Algo similar a un gran tapiz o a un diseño muy complicado.
Con el fin de que todo lo que te quiero transmitir, querido lector, te resulte comprensible, tengo que ir de lo general a lo particular, o viceversa. En ocasiones tengo que volver varias veces sobre una cuestión determinada, para relacionarla con el hilo que quedó interrumpido antes. De ahí que si, en el transcurso de la lectura, no entiendes algo a la primera, no te preocupes. Encontrarás las explicaciones pertinentes en los siguientes capítulos.
Así pues, nuestra vida recuerda a la tela de un gran tapiz que se compone de una cantidad incontable de hilos fuertemente entrelazados entre sí. El diseño del tapiz surge de las distintas combinaciones de acontecimientos que influyen mutuamente unos en otros. La mayoría de las veces no podemos prever el efecto final en el movimiento de confeccionarlo. Es con la perspectiva que da el tiempo, cuando se añaden más detalles, que se nos revela cuán especial y excepcional diseño hemos tejido a partir de los materiales de los que disponíamos.
Con este libro quería enseñarte tu vida desde la perspectiva del alma. Poner de manifiesto lo que eres, lo que nos ha inducido, a ti y a todos nosotros, a aparecer aquí en la tierra, por qué tenemos éstas experiencias y no otras, cuál es el sentido de tu vida y de la de tus seres queridos, cómo todo esto afecta a tu vida hasta el momento actual, así como a lo que ocurrirá contigo cuando ya abandones tu cuerpo físico. Será cuando analicemos la vida después de la muerte que entenderás para qué necesitas los cuerpos sutiles anteriormente descritos. Actualmente vives en el cuerpo físico y en el mundo físico. De forma análoga vivirás después de morir en tus siguientes cuerpos, en los siguientes niveles y dimensiones de la existencia, o mundos. Puede incluso que en este momento cuestiones su existencia, ya que crees que no puedes verlos ni tocarlos. Y sin embargo, los puedes ver y tocar; al fin y al cabo, los usas a cada segundo de tu vida, las veinticuatro horas del día. Solamente tienes que creer que los tienes, y acto seguido, aguzar tu percepción. De momento no ves estos cuerpos, ya que o bien no sabías que existían, o por algún motivo no has asimilado esta certeza.
Para utilizar este libro y comprenderlo en su totalidad, hay que volver varias veces sobre él y estudiarlo con profundidad. Una lectura superficial no sirve de mucho, más allá de poder decir que se cuenta con una referencia más. Es algo que sé porque lo he deducido a partir de muchas de las cartas de los lectores de mi libro anterior. Pese a que son muy diferentes de contenido, aparecen sin embargo declaraciones que coinciden. Una de ellas (a veces tengo la sensación de que las ha escrito justo la misma persona) es ésta: -«Señora Wanda, ya es la séptima u octava vez que leo su libro y es ahora cuando empiezo realmente a entenderlo.». Eso no es algo que suela escribir cualquiera. Éstos suelen tener una autoestima tan baja que temerían reconocer su propia ignorancia. Algo que sí reconocen a menudo los profesores, científicos, redactores, curas y, sobre todo, la gente joven. Se trata de personas que están siempre formándose y replanteándose su visión del mundo.
Es sumamente importante que, querido lector, al emprender este viaje, conserves una forma de pensar lógica y racional durante la lectura del libro, pero que simultáneamente quieras ver más allá. Es signo de estupidez tanto aceptarlo todo sin reflexionar, observar ni pensar, como también negar todo lo nuevo por sistema. Lo uno y lo otro parte -en perjuicio nuestro, por supuesto- de la misma base. Y sin embargo es esta forma lógica de pensar es la que te aprisiona y no te deja mirar ni concebir tu propia vida desde otra perspectiva.
Las experiencias que incorporarás leyendo de este libro te ayudarán a convertirte en un ser que ama, se siente seguro, evita la violencia y no siente angustia.
En más de una ocasión a mí misma me ha decaído el ánimo, o estaba próxima a la incertidumbre: con todo, un segundo después recuperaba la consciencia y proseguía nuevamente con mi viaje por la vida. Probablemente, lo mismo sucederá también contigo. Tengo la gran esperanza de que este libro logrará que te decaigas con menos frecuencia, y que, si llega a suceder, que te será más fácil levantarte, recobrar la fuerza y seguir adelante con el viaje.
Este libro no habría sido posible sin la ayuda y la inspiración de los Maestros. Sus mensajes, incluidos en el texto, nos recuerdan a nuestras mentes que regresen nuevamente a aquello que es lo más importante en esta vida (es decir, al amor, la paz, la vida eterna, los pensamientos y las prácticas espirituales), y que abandonen las cosas completamente innecesarias: las cosas materiales, orgullos, egoísmos, violencias, angustias, temores, envidias y odios.
Todos marchamos en el mismo carro, y se divisan en el horizonte unas nubes maléficas que anuncian tormenta. Parece que en nuestra vida únicamente predominan la estupidez y la violencia, que manan de la miopía. Ante nuestra generación se alzan otros retos completamente distintos relacionados con la actitud ante la vida y con la lucha continua entre el optimismo y el desconsuelo. De todas partes nos llegan las voces del exterminio, se muestran las pruebas del calentamiento global, lo que anuncia grandes cambios. La humanidad ha estado demasiado tiempo apropiándose y empleando mal la energía del Bien, que es Dios. De ahí que no haya que extrañarse de que ocurran tantos cataclismos. Siempre reflejan lo que ocurre en las almas humanas. Si no cambiamos, habrá cada vez más y más. No escribo esto para meterte miedo, sino para inducirte a que cambies tus pensamientos. No podemos seguir fingiendo que somos el ombligo del mundo y vivir en la ilusión de que no hay nada que dependa de ti, querido lector, ni de nosotros. Depende más de lo que parece. Porque somos tú, y cada uno de nosotros, los que creamos la realidad en la que vivimos. También por eso hemos de actuar en armonía, rechazar el odio, la ira, el miedo y el orgullo. Hemos de tener el valor de actuar apropiadamente. Hemos de amar y respetar, tanto a nosotros mismos como a los demás, percibir y valorar la belleza, y respetar la dignidad de todas las personas, incluyéndonos a nosotros mismos; no en vano todos somos almas forjadas con la misma materia. Tan sólo cooperando, convirtiéndonos en una gran familia, conseguiremos evitar la tormenta. Si esto no se logra de forma colectiva, entonces todos deberán encontrar por su cuenta el camino a casa, de uno en uno.
El conocimiento de tu propio sistema energético te conducirá al conocimiento de ti mismo, tal y como verdaderamente eres. Estudiando tu propia energía, reconocerás el patrón que guía tu vida y los profundos vínculos que unen el cuerpo, la mente y el alma. El conocimiento de uno mismo puede aportar a la vida alegría y una mente sosegada, y sanar simultáneamente el cuerpo y las emociones. Cuando conozcas la energía, entenderás que el cuerpo es una manifestación del espíritu.
En él encontrarás tu alma, entenderás en qué consiste ésta y lo que la hace -y en consecuencia, a todo tu ser- más fuerte. Conocerás también lo que debilita tu espíritu, lo que te priva de la energía, y podrás evitar que continúe su pérdida. Sin embargo, para llegar a la esencia más profunda de las cosas, tenemos que empezar por las cuestiones más básicas, adquirir un entendimiento no sólo superficial (con la cabeza), sino con todo nuestro ser. Se trata de que por fin recordemos Quién somos realmente. En consecuencia.