En esta página encontrarás fragmentos del libro de Wanda Pratnicka "La rueda de la vida, volúmen 1":
Tu alma, al igual que las demás almas, quiso experimentar algo más que no fuera lo que ya conocía tan bien. No en vano, ¿cómo se puede enterar uno de si es verdaderamente sabio, bueno, bello y noble, cuando a tu alrededor todos lo son?
En el Paraíso, esto es, en el mundo causal, en el que tan sólo reina el amor, el alma ES AMOR. No puede conocer la envidia, el odio, los cielos o cualquier otro rasgo que se nos antoje como negativo, porque no Es así, porque lo uno impide lo otro. Pensarás para tus adentros cómo va a ser posible querer conocer algo que te resulte desagradable, estúpido, ruin e incluso asqueroso. Sin embargo, esto deriva de que ahora lo percibes así, puesto que, querido lector ya lo has vivido en tus carnes. No lo quieres vivir de nuevo, porque sabes que produce una sensación desagradable y pesada, o un sufrimiento innecesario. Sin embargo, hay almas que todavía no lo han experimentado y por eso les resulta muy atractivo, estimulante, y lo persiguen a ciegas, casi como las polillas con la luz. Tú también, en tu vida actual, corres detrás de algo que no interesa a otra alma en absoluto porque ya lo ha vivido en sus carnes.
Para que puedas entender de qué estoy hablando te lo voy a ilustrar tomando como ejemplo el alma, que no deseaba comprobar si era sabia realmente -ya que Fue Sabiduría-, sino qué ocurre cuando no se es tan sabia como ella: es decir, cómo es SER menos sabia, e incluso completamente estúpida.
Lo deseaba porque, en el lugar en el que no había nada más allá de la Excelencia y de la Sabiduría, no podía por tanto experimentar la estupidez, ya que tanto ella como el resto de almas eran igual de sabias.
Cuando pensó lo bueno que sería conocer la estupidez, ese mismo derecho hizo por sí solo que empezara a ensimismarse, a reflexionar, centrarse en el tema de la estupidez y todo lo que se asocia a ella. Entonces su deseo empezó a realizarse, a materializarse. El alma no podría realizar su deseo en el mismo sitio, en el Cielo. Su deseo tenía por tanto otra frecuencia, más baja que la del amor, que es una de las vibraciones más altas, pues es la de Dios. El deseo de una vibración inferior provocó que el alma empezase a caer. Cuando hablo de clavar la mirada hacia arriba y caer hacia abajo no estoy pensando en direcciones, sino en niveles de vibración: desde el muy alto al que es cada vez más lento. En el mundo del Espíritu todo es maravilloso y vibra a un nivel muy alto. En función de lo alejado de la perfección que esté el deseo del alma ésta caerá más o menos. El hecho de caer hacia abajo es, en consecuencia, la disminución de la vibración del alma y, simultáneamente, la extinción de su mundo interior.
Toda alma que haya sido valiente y se haya decidido a dar ese paso era consciente de que, para experimentar, no tendría que abandonar durante ese tiempo ese maravilloso lugar que es el Paraíso, ya que podía estar en ambos sitios simultáneamente. Un niño que juega con un guiñol vive los papeles que interpreta, y simultáneamente es consciente de que sigue estando en casa. De forma similar el alma sabía que no se separaría ni un momento de su amado Dios, su Padre, ya que Él es Omnipresente, Omnímodo, Omnisciente y Omnipotente; lo es todo en todo, por lo que siempre estará donde ella esté. Quizás lo notes cuando tengas la ocasión de visitar a un recién nacido y hacerle compañía, aunque sólo sea un instante. Quizás entonces te darás cuenta de que este niño pequeño nos recuerda precisamente la inocencia de nuestra propia alma, algo que habíamos olvidado hace tiempo.
Como ves, no se trata de expulsar al alma del paraíso. Igual que tampoco se queda en casa el niño enviado fuera que, lleno de ilusión, sale al campamento juvenil o de scouts, donde adquiere nuevas capacidades: se desarrolla, se vuelve cada vez más fuerte, más perfecto y más sabio. Así pues, experimentar Quién Somos Realmente no consiste para nada en desligarse de Dios, sino en saber que vivamos lo que vivamos, estaremos siempre unidos a Él, existiremos en Él, y siempre podremos beneficiarnos de su ayuda, defensa y apoyo.