No hay idea más equivocada que la creencia en que la muerte es un proceso sobre el que no hay que saber nada, y durante el cual todo ocurrirá por sí solo. En verdad, es cierto que acuestan el cuerpo físico en el ataúd, lo entierran bajo tierra o lo queman en un crematorio, pero. ¿qué ocurre con la persona propiamente dicha? Esta seguirá viviendo, y en realidad, estará mucho mejor que en la vida física. No la limitará ya la materia más densa. Se sentirá como si se hubiera quitado una escafandra incómoda y pesada. ¿Acaso es sensato en una situación así que esta persona se acueste, como suele hacerse con el cuerpo físico, y espere a que se apiade de ella el destino, que la religión denomina como Juicio Final? En ese caso se asemejará a un trozo de madera que flotase en el agua durante muchos, muchos años, incluso milenios. ¿Merece la pena abandonarse a la denominada fatalidad y navegar a la deriva hacia un lugar que probablemente no nos guste? En fin, el destino apoya ante todo a aquellos que se esfuerzan en transformarlo.
Por eso considero que nunca están de más las disquisiciones sobre la vida y la muerte. Parece ser que la mayoría de nosotros tiene que hacerse antes a la idea. Hemos de concienciarnos de una vez por todas de que aquello, a lo que tanto tememos, en realidad no existe en absoluto. La muerte no existe. La persona propiamente dicha vive eternamente. Solo por eso te atreviste a venir a la Tierra. Dios te prometió la vida eterna, y siempre guarda su palabra. La muerte del cuerpo físico, que aparenta ser el fin, consiste únicamente en abandonar el cuerpo viejo, usado, que ya no sirve para nada; así, la persona propiamente dicha sigue viajando en su réplica fiel. Dicha copia es el reflejo exacto del cuerpo material, solo que es invisible para casi todos los ojos físicos. ¿Adónde nos dirigimos? Eso ya depende al cien por cien de nosotros mismos. Con todo, para poder decidir sobre ello, tenemos que saber al menos qué reglas rigen esa otra realidad. Jesús de Nazaret recordaba constantemente: "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres". ¿Libres de qué? De las limitaciones que nos imponemos a nosotros mismos, cuando creemos que las cosas son tal y como los cinco sentidos nos dictan. ¿Cómo lo sé? Por las experiencias de decenas de miles de personas, que me han buscado a lo largo de todos estos años, y a los que hay que multiplicar por la cantidad de espíritus que han anidado en personas concretas. El resultado es una cantidad enorme de individuos.
He aquí lo que me escribió un hombre que, después de haber leído Poseídos por los espíritus, dejó de tenerle miedo a la muerte. "¡Señora Wanda! Al principio no era consciente de que había cambiado siquiera, y cuando ya me di cuenta de ello, no sabía por qué había ocurrido. A decir verdad, caí en la cuenta de que, de alguna forma, estaba más tranquilo y era más paciente con mi mujer e hijos. Por si fuera poco, mis conocidos me preguntaban por qué tenía un aspecto tan descansado y contento, como si me hubiera tocado la lotería. Cuando me puse a reflexionar más en profundidad, llegué por fin a la conclusión de que era gracias a que había dejado de tener miedo a la muerte, a la que tanto temía hasta entonces. Asimismo, mi propia inexistencia dejó de asustarme, y todo ello gracias a su libro. Ahora también temo menos perder a mis seres queridos (y eso que hasta el momento éste era mi mayor inquietud). Me doy cuenta de que seguramente experimentaría una pena enorme, pero no me desmoronaría tanto como hasta entonces. Desde que sé que la vida no acaba con la muerte, soy consciente de que ellos no mueren en absoluto: simplemente, pasan a otro estado de la existencia. Así las cosas, ¿por qué habría de desmoronarme, sabiendo que ellos se encuentran aquí mismo? Señora Wanda, usted no puede imaginarse lo mucho que esta certeza ha cambiado mi vida. Es ahora cuando puedo crear, disfrutar, vivir. Una vez más, le doy las gracias, le mando saludos y le deseo mucha felicidad, Hugo Stein".
¡Cuán potente y común es el miedo a la muerte! A la gente le ocurren muchas cosas extrañas por temor a ella. Ante todo, la persona quiere dilatar su propia vida tanto como sea posible. Cuando se mentaliza de que la vida se le escapa de las manos, experimenta una crisis interior muy profunda, que no sabe cómo manejar. Es por eso que la gente continuamente empieza nuevas relaciones, se obsesiona con su aspecto y con el de los demás, con su forma física, con reunir bienes materiales, procrear y aspirar a cosas completamente superfluas. Todo ello hace que se olviden del auténtico objetivo de su vida.
Y tú, querido lector, ¿qué piensas sobre el momento de tu vida que comúnmente denominamos "muerte"? ¿Te paras a pensar a menudo en lo que ocurriría si te tocara a ti? Lo más probable es que a veces pienses en qué ocurriría si se te muriera alguno de tus seres queridos (papá, mamá, tu cónyuge), y si de repente te quedaras solo. Sin embargo, dudo que hayas reflexionado sobre tu propia marcha del mundo de la materia física. ¿No crees que ya va siendo hora de que cambies? Constantemente le toca morir a alguien, y ello no es sinónimo de una edad avanzada. ¿Es que crees que a ti no te va a tocar?